martes, 25 de julio de 2017

La condición de refugiado

Como señaló una vez Roland Barthes: “Quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es”. De ahí que la primera tarea de un escritor no consista en tener opiniones, sino en decir la verdad que se cuece en el ambiente, interpretar la realidad de lo que sucede afuera en la calle, en las ciudades o más allá de las fronteras y negarse a ser cómplice de mentiras o discursos erróneos. La literatura, como decía Susan Sontag, es “la casa del matiz y de la indocilidad a las voces de la simplificación”. La tarea del escritor es hacernos ver el mundo tal cual, lleno de muchas contradicciones, de enormes desajustes e incontables reivindicaciones a cual más diversa, con personajes que representen múltiples papeles y con las más variadas vivencias. La literatura nos puede mostrar precisamente esa variante de contar cómo es el mundo.

Cada escritor tiene su territorio, su reinado, incluso los hay que son nómadas y andan a la búsqueda de nuevos escenarios por donde poner en acción a sus personajes con sus miedos, con sus huidas y con sus desesperanzas. La última novela de Cristina Cerrada (Madrid, 1970) guía al lector por ese discurso, a tono con lo que subraya la escritora norteamericana acerca de la tarea del escritor de contar y revelarnos cómo es el mundo. Y lo hace focalizando la brecha gravosa que supone todo desarraigo ocasionado por las guerras, para trasladarlo a la geografía concreta de la historia de una familia de refugiados en la Europa occidental de nuestros días sobreviviendo a su infortunio.

Europa (Seix Barral, 2017) es un libro duro y seco que aborda esa línea candente del éxodo y la acogida, una historia por donde transitan personajes aturdidos, que llegan humillados y asustados de otros confines, huyendo del horror para salvarse de la muerte, de la intransigencia, de la violencia de su propio país en guerra, pero que también tendrán que soportar afrentas y discriminación en sus nuevos destinos.

El mundo interno y el mundo externo de Heda, la joven protagonista de este duro relato, confluyen en el texto gracias a dos factores básicos que la autora conjuga con argucia: fluidez y flexibilidad fabuladoras mediante una escritura limpia, seca y eficaz. La gesta de este potente personaje la conforma el silencio de su acción heroica por sobrevivir con dignidad, de agarrarse a la esperanza de que cada día que pasa puede darle la oportunidad de escapar de la opresión de las condiciones en que vive ella y sus allegados. Cada día que transcurre es para ella estar más cerca del día deseado, a pesar de la espiral dominante y machacona de la realidad impuesta.

El lector de Europa no se identificará con la heroína que transita por sus pasajes, sino con el espíritu con que ha sido concebido y elaborado este libro. Cerrada posee ese don de provocar fascinación, emoción e inquietud con una prosa incisiva, fragmentaria y elíptica. Europa es una historia pavorosa sobre la condición de refugiado y las consecuencias que esta condición tiene para sus vidas, estructurada en cinco partes, cada una de las cuales segmentada en capítulos cortos de apenas dos páginas. Podríamos afirmar que lo que la autora despliega es una alegoría de la coyuntura internacional de lo que acontece en esta parte de occidente en donde el choque de culturas ocasionado por el tránsito de inmigrantes y refugiados a través de sus fronteras provoca recelos en la población al igual que desamparo en los recién llegados. Esto es moneda de cambio entre los diálogos que se suscitan en la novela por donde se intercalan personajes que ponen voces a sus vidas menesterosas e intranquilas bajo la mirada escrutadora del narrador testigo y la perspectiva de Heda, la joven protagonista, de aparente fragilidad, dotada de una fortaleza interior impávida.

Reconstruir la vida en tierra ajena es una tarea épica llena de obstáculos. En este libro se da cuenta de ello poniendo voz propia al refugiado, un ser que adquiere la condición de expatriado temporal, que aspira a volver a su cuna natal, pero mientras tanto ha de conformar su presente a las condiciones impuestas en el lugar de acogida. Allí le espera una dura subsistencia, para muchos de ellos en estado de shock y de permanente invisibilidad social.

Esta obra puede parecer una novela política, pero no lo es. Europa es un lugar, un escenario de paso fronterizo, de gente que huye expulsada de su tierra para llegar a otra, una trashumancia obligada y precaria en busca de esperanza. La novela se concibe deliberadamente desde un origen sin especificar, porque el desarraigo es consustancial al hombre y puede surgir en cualquier punto del continente.

En toda novela, el final elegido por el autor le confiere una suerte de libertad que la vida nos niega obstinadamente: llegar a ese alto narrativo es para que el lector, si procede, complete el desenlace, lo deje inamovible o lo cercene. Aquí en esta que nos ocupa, Cristina Cerrada la acaba con una derrota existencial que nos deja atónitos e inermes.


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