viernes, 5 de septiembre de 2014

Alto voltaje


Gracias a mi amigo Ramón Eder descubrí este verano los aforismos de Stanislaw Jerzy Lec (Lvov, Galitzia austrohúngara, 1909 – Varsovia, 1966), en una excelente edición del sello valenciano que dirige Manuel Borrás, una recomendación ederista de infinitas lecturas que vale un Potosí.

Pensamientos despeinados (Pre-Textos, 2014) es una colección de aforismos apasionados e inteligentes de un maestro del arte de lo breve, un escritor enfrentado al poder del terror totalitario desde una postura lúcida y beligerante a través del pensamiento, de la máxima y la paradoja. Lec es un dominador del lenguaje y posee una clarividencia que es capaz de reflejar de un fogonazo los acontecimientos políticos y sociales de su época, vigentes aún en nuestros días: El error se convierte en error cuando nace como verdad (pág.16). Prefiero la inscripción “Prohibido entrar” a “Sin salida” (pág. 20).

Stanislaw Jerzy Lec, poeta y militante de izquierdas, batalló contra todo abuso político y contra toda barbarie impune. Sus avatares personales, consecuencia de la guerra, la insurrección de Varsovia, el holocausto y el régimen comunista soviético, tuvo consecuencias trágicas para él hasta el fin de sus días. A pesar de ello, el poeta polaco mantuvo una coherencia beligerante contra la tiranía y la falta de libertades ciudadanas: No se puede cantar “A la libertad” con los instrumentos de la opresión (pág. 22). Cuanto más pequeños son los ciudadanos más grandes parece el imperio (pág. 55). La vida de un hombre termina a veces con la muerte de otro (pág. 148).

En Pensamientos despeinados encontramos la esencia libertaria y el escepticismo propio de un escritor irónico que cuenta las calamidades de la vida cotidiana: Incluso cuando la boca ha sido cerrada sigue la cuestión abierta (pág. 159). De esta persona se podría decir: “Persona non gratis” (pág. 164). No se debe alargar la vida humana sino acortando sus sufrimientos (pág. 175).

Los aforismos de Lec brillan con luz propia por su sarcasmo y tino, gracias al juego habilidoso de la palabra, entre la paradoja y la metáfora: Solo los muertos resucitan. Los vivos lo tienen más difícil (pág. 17). No por darle cacao a la vaca ordeñarás chocolate (pág. 21). Encontré a un hombre tan poco ilustrado que tenía que inventarse él mismo sus citas de los clásicos (pág. 31). Lo lapidaron en un monumento (pág. 86). Solo cuando es abono la mierda nos puede interesar (pág. 103).

Lec no trata de dar lecciones, ni breves sermones, solo constata la inquietante irracionalidad, la estupidez y la mentira y, para ello, recurre a la máxima, a lo escueto para lanzar un dardo contra los poderosos aprovechados y los estúpidos, sin olvidar la laxitud de nuestra naturaleza humana: Las estupideces de una época son para la ciencia tan valiosas como sus sabidurías (pág. 107). Tenía la conciencia limpia. Sin usar (pág. 111). Un consejo para los escritores: llega un momento en el que hay que dejar de escribir. Incluso antes de empezar (pág.35).

Pensamientos despeinados no son meras frases ocurrentes, sino un bloque compacto de reflexiones cuya grandeza radica en la cantidad de aristas cortantes que encierran sus páginas. Sin llegar a ser un escritor maldito, como se etiquetó a Cioran, Stanislaw Jerzy concibió la escritura como una provocación, igual que el filósofo rumano, como una sacudida de la conciencia, de esa atalaya que denominamos yo. Lec, el aforista predilecto de Umberto Eco, al igual que el maestro Lichtenberg, utiliza el humor con tiento y mesura para zafarse de su pesimismo latente. Su preocupación por el temor del Estado totalitario es una de sus pesadillas, pero lo que más le envenena es la estupidez de incautos y presuntuosos.

En suma, Pensamientos despeinados es una obra aforística que alumbra y da que pensar, un regalo de alto voltaje. 

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