jueves, 24 de abril de 2014

Una historia colectiva


El impertinente lector que se mete en las entrañas de la novela La malamemoria, de Isaac Rosa, lo hace, dice el autor, para boicotear su publicación, pero lo cierto es que la guerra, la memoria y las víctimas se convierten en un pretexto narrativo que, en cualquier caso, tienen que estar a la altura de lo esperado, si no puede ocurrir lo que advertía el escritor sevillano, que el asunto llame a la insumisión de los lectores.

El escritor melillense Antonio Rivero Taravillo (1963) afirma que Los huesos olvidados (Espuela de Plata, 2014) no es otra novela maldita sobre la Guerra Civil, sino una novela sobre la memoria y sus consecuencias por el transcurso del tiempo en la que está presente el exilio, el amor a la libertad e, inevitablemente, los estragos de la guerra. Taravillo entreteje en este libro la historia y la ficción para reconstruir la vida de Juan Bosch, un catalán que creció y se forjó en México donde participó en múltiples algaradas y revueltas estudiantiles con Octavio Paz, y que se vio obligado a regresar a España, por las amonestaciones y persecusiones policiales a que fue sometido, en un momento en que se vislumbraba el levantamiento militar en la península. Nada más pisar suelo en Cataluña, se alista en el POUM, partido radical marxista, y combate en diversas contiendas durante la incipiente guerra, hasta su desaparición fulminante, que nos recuerda a otra ocurrida al histórico José Robles en un relato impresionante contado por Martínez de Pisón en su novela Enterrar a los muertos, que fue eliminado por orden de la dirección del Partido Comunista.

En Los huesos olvidados hay dinstintos personajes, pero el fundamental para que esta historia tome impulso es el que protagoniza Encarna Expósito, profesora jubilada que emprende un viaje a México en busca de datos históricos sobre su padre y logra entrevistarse con el nobel Octavio Paz, por entonces muy enfermo, y también con Elena Garro, primera esposa del poeta mexicano. Y en ese empeño de búsqueda de la verdad del destino fatídico de su padre, muerto quizá a manos de los mismos de su bando, según se intuye en el poema que recitó Paz a la memoria de su amigo en un verso rotundo y sobrecogedor: “Has muerto entre los tuyos, por los tuyos”, Elena va rastreando las peripecias de su desgraciado ascendiente a través de los testimonios que va recopilando. En la novela, los recuerdos de Paz y su esposa, sobre su amigo común Bosch y su aventura española, no siempre son coincidentes y en algunos pasajes recordados se presentan contradictorios.

Narrada con una amenidad meritoria, Los huesos olvidados es el arrojo obsesivo de la huérfana de un miliciano republicano y cabal, empeñada en dar voz a la memoria de su padre y que tiene el propósito de dar luz a unos hechos silenciados o dormidos en una parte de la historia reciente. La historia conforme avanza crece en intensidad y luce con destellos cuando se adentra en los jalones históricos recreados en la parte final del libro al tiempo que se pierde el rastro de Juan Bosch, igual que otras desapariciones enigmáticas sucedidas en Homenaje a Cataluña de Orwell en la que el cainismo de los milicianos se sucede en un sinfín de depuraciones.

Los huesos olvidados es una novela conmovedora en la que los hechos históricos contados no debieron ser muy distintos a la realidad. Rivero mantiene, sin artificio, una mirada neutral sobre el escenario que recrea y eso es destacable y meritorio, especialmente en estos tiempos que corren, después de una inacabable Transición edulcorante que todavía no ha enterrado a sus miles de desaparecidos y sigue sin reparar la memoria colectiva de nuestros muertos.




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