lunes, 20 de enero de 2014

Crónica de una insidia


A mitad del verano del 2012, acudí a la presentación en Jerez de la última novela de Almudena Grandes, El lector de Julio Verne, segunda entrega de sus historias de la posguerra franquista, iniciadas en el 2010 con Inés y la alegría. Al final del acto, la escritora madrileña hizo un guiño a la concurrencia invitándonos a leer a Galdós en busca de la verdad histórica y, como andaba por estas tierras, recomendaba vivamente un libro del periodista y reportero Tano Ramos (Cangas del Narcea, Asturias, 1958) sobre los sucesos de Casas Viejas. Recuerdo que mi padre me contó en la infancia aquellos hechos ocurridos en 1933 en donde Seisdedos y sus aguerridos vecinos de Benalup, que es como se llama ahora el pueblo, fueron masacrados a sangre fría por la guardia de asalto que comandaba el capitán Rojas. De manera que el asunto no me resultaba extraño y no dudé al día siguiente de hacerme con un ejemplar de El caso de Casas Viejas, Premio Comillas de Historia, publicado por Tusquets, que recobraba para mí, actualidad y curiosidad. Sin embargo, hace tan sólo unos días culminé aquella lectura iniciada dos veranos atrás, debido a las intermitencias de tantos otros libros que se interpusieron a su hazaña.

El caso Casas Viejas es un excelente trabajo de investigación y revisión histórica, una crónica exhaustiva de unos sucesos que tuvieron mucho calado político en aquellos años de la República. Tano Ramos narra con buen pulso periodístico una extensa crónica a través de un trabajo honesto y sistemático en archivos judiciales, en papeles de parientes vinculados a los protagonistas y en un riguroso estudio de las hemerotecas del momento, para dar luz a un suceso que llegó a la opinión pública de forma torcida.

Los hechos que se analizan obedecen a unos incidentes que un grupo de campesinos anarquistas de la población gaditana protagonizaron, y que fueron aniquidados por un destacamento de guardias de asalto que el gobierno desplazó al lugar para someterlos. Una intervención militar, a las órdenes del capitán Manuel Rojas, que reprimió aquella insurrección armada contra la República. Pero la resolución del conflicto dejó cabos sueltos y se inició una investigación ante el revuelo originado en la opinión pública por la masacre perpetrada contra los campesinos. La implicación del gobierno en el caso de Casas Viejas obligó a su presidente a tomar cartas en el asunto y se inició por parte de la fiscalía del Estado las diligencias para instruir lo sucedido. Y es que a Manuel Azaña se le atribuyó, como Jefe del Gobierno, la responsabilidad directa de la matanza de los campesinos con la supuesta y aireada instrucción de “tiros a la barriga”. El libro relata los juicios incoados al capitán Rojas en 1934 y 1935, y cómo lo contó por entonces la prensa lugareña y nacional, sobre todo el eco de los periódicos monárquicos y anarquistas que con toda la intencionalidad política, perseguían el derrocamiento de Azaña y su gobierno.

Tano Ramos traza un discurso minucioso de forma circular sobre todas las vistas judiciales que se van celebrando y, aunque a veces peca de reiteraciones, la crónica se mantiene con interés para el lector por la tensión e intensidad del proceso judicial. Uno de los logros meritorios del libro, aunque el periodista asturiano tome partido, es la incorporación en su ensayo de todas las voces intervinientes que se hicieron oír en el episodio de la corraleta (el lugar donde se ejecutaron a los campesinos) y en los juicios orales que derivaron.

Ramos ha escrito un texto que es una pieza valiosísima y rigurosa para saldar unas páginas de la historia de nuestro país que requerían aclaraciones y verdad; un ensayo valiente que aborda, desde la investigación, los pormenores de un lamentable suceso que tuvo su repercusión en la deriva nacional de aquellos tristes años. Un trabajo de alto nivel periodístico, todo un alegato firme, con datos, contra el periodismo envenenado. El caso de Casas Viejas, además de hurgar en la verdad de unos crímenes, es un meticuloso análisis del poder de la prensa, de la manipulación informativa de las declaraciones de los imputados, y de un sinfín de tergiversaciones. Una obra que impresiona, ilustra y conmueve, con un prólogo memorable y un epílogo muy prosaico y sustancial.

En definitiva, El caso de Casas Viejas es una lectura para curiosos y amigos de la historia, que pone luz y taquígrafos a tanto engaño exhibido, en donde su autor resuelve el enigma de la culpabilidad del presidente Azaña eximiéndolo y se detiene para vislumbrar la conexión Casas Viejas con la Guerra Civil.

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