jueves, 30 de mayo de 2013

¿Está en declive la novela?


A la novela “la considero en fase de extinción”, afirma Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) en el epílogo del libro ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2013. Naturaleza de la novela es un texto “muy sintético y nada académico”, como dice Jorge Herralde, patrocinador y fundador de Anagrama, en el que el escritor barcelonés explica toda la trayectoria de la novela a lo largo de los siglos y acaba con un canto optimista respecto al futuro de la gran literatura. Sin embargo, Goytisolo no esconde su pesimismo,  manifiesta que la novela está en declive y en una fase encaminada a la extinción, y lo hace sin dramatismo ni aspavientos. El escritor catalán disecciona los orígenes, evolución y características de la novela, desde sus momentos más excelsos, hasta sus épocas de crisis.

La aparición propiamente dicha de la novela se materializa entre los siglos XV y XVI, a lo largo del Renacimiento que coincide, según Goytisolo. Posteriormente, se consolidaría como género literario en el siglo XIX. “En el curso del siglo XX, afirma el autor de Antagonía, la novela alcanzará su punto culminante y también el inicio de su declive”, (pág. 121). Más adelante continúa el autor catalán “la novela es un género nacido en el occidente europeo que posteriormente, con la expansión de la cultura occidental, se ha ido extendiendo al resto del mundo... Su modelo germinal se relaciona más bien con la Biblia, el libro más próximo, con mucho, a la vida cotidiana de los diversos pueblos europeos a partir del momento en que el cristianismo se convirtió en religión oficial de todos ellos”, (pág. 151).

Goytisolo concluye que según nos vamos adentrando en la segunda mitad del siglo XX es cuando proliferan los síntomas de que el género de la novela está entrando en crisis, y se pregunta en el epílogo si desaparecerá el libro impreso afirmando, con cierta contrariedad, que “el libro impreso se convertirá en objeto de coleccionismo, algo así como un vino de reserva para sibaritas”. Porque, remata el escritor barcelonés, ”leer novela, ensayo o poesía no es una decisión espontánea del individuo, sino algo que hay que considerar en el contexto de su formación intelectual”.

El resultado de todo este espectáculo es una mayor ignorancia en cuestiones generales, lo que explica, por ejemplo, el auge desorbitado de tanta novela histórica en las librerías, una forma de acceso al conocimiento del pasado por el público a través de un relato más o menos fantasioso, a falta de manuales de investigación histórica.

El temor en el mundo editorial, apunta Goytisolo, es que la novela-novela que aún sigue produciéndose acabe por correr la misma suerte que la poesía, en la que quienes la cultivan son al mismo tiempo sus casi exclusivos consumidores”, (pág. 175).

Con este panorama, un tanto profético, lo que sucede en el caso de los poetas, a los que no les falta talento, parece que es el género en sí lo que falla y podría derivar hacia los novelistas. En una reciente entrevista, el mismo autor de El porvenir de la palabra afirmaba que “la novela es un género muy vinculado al Renacimiento, la imprenta y la secularización”. Y lo explica también en Naturaleza de la novela al manifestar que el paso del relato leído en voz alta, esto es, escuchado, al leído a solas, fue un paso que influyó determinantemente en la creación literaria, (pág. 64) y, sin lugar a dudas, la aparición de El Quijote fue el punto de partida de este nuevo género, la piedra angular de la novela.

Naturaleza de la novela es un libro muy interesante, didáctico, a modo de una master-class de Literatura, pero, a su vez, ameno y reflexivo para debatir en estos tiempos en que la televisión, los smartphones e internet ocupan un espacio cada vez más ancho en nuestras vidas cotidianas, en detrimento del sosiego y la interiorización de la lectura de la buena literatura, para salvarnos de tantos best sellers inocuos, porque no sabemos qué nos deparará en el futuro la evolución de este genero.

viernes, 24 de mayo de 2013

Épica y tragedia de una crónica




Mucho se ha escrito sobre el levantamiento armado contra la República española que derivó en una trágica y cruenta guerra civil. De todo lo leído sobre este período, hay tres libros que, honestamente, destaco por su brillantez y por el compromiso que adquieren sus autores sobre el asunto: Homenaje a Cataluña, La revolución española vista por una republicana y La defensa de Madrid.

Cuando en 1936 se produjo el alzamiento militar, George Orwell llegó a España como periodista, pero las circunstancias le enrolaron en las milicias del POUM. Homenaje a Cataluña es la crónica de sus experiencias en el frente de Aragón y en las barricadas de la Barcelona revolucionaria. Orwell narra lo que vio y vivió, con la honestidad y el coraje que le convierten en un escritor moral por excelencia.

El siguiente libro que me atrapó fue La revolución española vista por una republicana, de Clara Campoamor, una suerte de testamento político de la gran luchadora del sufragio femenino, en el que analiza las causas técnicas de la derrota republicana, que ella presumía inevitable, como lo hubiera suscrito cualquier militar profesional. Una obra valiente y comprometida, rodeada de un silencio de lo más significativo a lo largo de los años.

La defensa de Madrid, de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944), es el tercero de los testimonios sorprendentes sobre el mismo período. Una magnífica publicación de la editorial Renacimiento, lanzada a las librerías en 2011. Dice Antonio Muñoz Molina en el prólogo que: “Este es un libro que quema entre las manos”. También resalta el prologuista que a Chaves Nogales no le coarta su disposición de autocrítica, a pesar de su rotunda toma de partido por los defensores de la República. El escritor sevillano no se casaba con nadie y escribe su crónica con una clarividencia política conmovedora.

La defensa de Madrid tiene algo de los Episodios Nacionales galdosianos. Es el relato de un doble heroismo, el del general Miaja y el del pueblo madrileño, que se contrapone a la cobardía de los políticos que escaparon a Valencia. Chaves Nogales nos ha dejado el mejor testimonio de lo que fueron en Madrid los primeros meses de la guerra civil, cuando el poder quedó en la calle y lo recogieron las organizaciones obreras. Su mirada honesta y documentada, así como su estilo preciso y ágil, refuerzan el atractivo de esta obra interesantísima y fundamental.

General Miaja

Uno de los aspectos relevantes de este afilado periodista es que consigue salvarse del clima extremista frecuentado por otras plumas. Chaves Nogales no se encasilla en las filas radicales de la izquierda ni de la derecha. Consigue una ecuanimidad crítica y una mirada lúcida sobre el conflicto, y rompe el molde del género. Se puede concluir que para algunos se pueda leer como una crónica periodística inigualable y para otros como la lectura de una novela histórica de primer orden. La sensación final de la lectura de La defensa de Madrid es la de haber leído una novela por entregas más que una crónica periodística. El estilo del sevillano lo acerca inevitablemente a la literatura con mayúscula. Los diálogos, la prosa, de frase corta y ajustada a la trama narrativa, con imágenes impactantes, con un lenguaje preciso en el tratamiento del personaje central, el general Miaja, se extienden por todas las páginas. En su retrato destaca al hombre providencial que surgió cuando la situación lo requería, para poner orden y concierto en las filas republicanas, carentes de unidad en el mando de operaciones. Chaves Nogales trata con el mismo rasero los tremendos errores políticos en que incurrió la República y las arbitrariedades y violencia que se generaron en el territorio de los insurrectos.

Este es un libro que hay que leer para entender mejor aquellos meses finales de la defensa de la capital de la República, escrito con ecuanimidad y certeza. Un extraordinario legado periodístico bajo la pluma de un autor que merece un reconocimiento mayor.

sábado, 18 de mayo de 2013

Un relato del fútbol y de la vida


De Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) leí la novela La Higuera, un relato que tiene su origen en un suceso acaecido en plena guerra civil, en el que el autor vasco explora el mundo del sentimiento de culpa y del arrepentimiento. Esta historia fue también el origen de mi acercamiento a la narrativa de este extraordinario escritor. 


En abril del 2012, la editorial Tusquets publicó Aquella edad inolvidable, una novela que retrata el mundo del fútbol de los años cuarenta del siglo pasado, desde el prisma del drama familiar, un canto al fútbol clásico, ese que se jugaba los domingos por la tarde y que seguíamos con el transistor pegado a la oreja y una evocación de la lucha y el coraje por ganar el partido de la jornada.

Nos encontramos ante un soberbio relato de familia,  una historia sobre la desesperanza, la dignidad y la aceptación. Pinilla sitúa la trama en el marco histórico de la posguerra. El protagonista de la novela, Souto MenayaBotas”, es un futbolista que juega en la demarcación de ariete y que salta a la fama por meter un gol al Real Madrid, en la final de la Copa del Generalísimo, cuando acababa de fichar por el Atletic de Bilbao en 1943. Su fulminante carrera se verá sesgada por una lesión que le deja cojo para siempre. Esta desgracia le hace reflexionar sobre el sentido de su vida, hasta que la insistencia amorosa de su novia Irune le hace cambiar y rehacer su vida.

La novela, explica Pinillaen una entrevista, está basada en su propia trayectoria de aficionado al fútbol. Esa afición que le hacía separarse de sus amigos de entonces los domingos por la tarde para asistir al partido de la jornada y que a los quince años le dejaba un vacío enorme para toda la semana si su equipo había perdido. Porque para el autor, seguidor del Athletic desde niño, la fe en el Athletic es comparable a la religiosa. Este asunto lo resume el padre del protagonista así: “En este mundo hay que tener algo grande por encima de nuestras cabezas. Unos tienen a Dios y otros al Athletic. Otros tienen a los dos, y nunca lo he entendido”, (pág. 19).


Ramiro Pinilla consigue un relato creíble, desde la cotidianidad, que desemboca en una fábula moral extraordinaria. Con la lectura de esta historia he conocido el origen del “alirón”... ¿Sabes de dónde viene el alirón? Lo inventaron los mineros. Cuando sacaban una buena veta, el ingeniero escribía encima con tiza All Iron, que en inglés significa “todo hierro”. Los mineros saltaban porque cobraban jornal extra y el alirón corría por la mina. Así pasó al “alirón, alirón, el Athletic campeón”, (pág. 20).

Esta es una novela sobre la vida, el triunfo y el fracaso. Una incursión en el alma de un derrotado que sufre su propio destierro, contando los días y los cromos que colecciona. Una novela conmovedora de este escritor inagotable y veteranísimo, de noventa años, que mantiene tersa esa vena que el sentimiento le presta a la literatura, con una escritura potente e intensa.

martes, 14 de mayo de 2013

Baroja engancha


Celebro que la editorial Taurus haya emprendido una colección de biografías con el objetivo de fomentar este género en España a la luz de la ejemplaridad de determinadas personalidades que destacaron en su época por su excelencia moral o por su humanismo y que siguen teniendo vigencia en la conciencia colectiva actual. Este propósito de reescribir nuestra historia se ha iniciado con la biografía de Pío Baroja, un escritor fundamental, a pesar de sus contradicciones ideológicas. La imaginación barojiana y su concepción del oficio de escritor son los pilares por donde deambula esta biografía que José-Carlos Mainer ha escrito con solvencia, dentro de la colección de Españoles Eminentes.


La admiración de Mainer por Pío Baroja es antigua. Forman parte de sus primeras lecturas Las inquietudes de Shanti Andía, La Busca, La feria de los discretos y Zalacaín el aventurero. Y es un reconocido experto en su obra, no en vano en 1995 dirigió y prologó la edición de las Obras Completas del vasco. Todo este conocimiento del mundo barojiano se puede apreciar en esta biografía publicada. José-Carlos Mainer, como catedrático de literatura, desarrolla a través del texto la evolución literaria y de pensamiento a lo largo de su vida del insigne vasco y destaca cómo Baroja sintió profundamente la necesidad de dialogar con sus lectores, y, en este sentido, el profesor Mainer manifiesta, tajantemente, que “la biografía de un escritor es, en rigor, su obra”, (pág. 13). Y añade, también, en el prólogo de la biografía: “La literatura revela el complicado proceso de cómo las experiencias reales pasaron a ser imaginarias y cómo, en rigor, ha sido el escritor quien se desplaza hasta ellas para revivirlas como si fueran ajenas...Porque vivir es algo autosuficiente, escribir también es verdaderamente sustancia de vida”, (pág.14). Esto es cierto, pero para Baroja escribir es un trabajo, un oficio, una forma de ganarse la vida. Escribir para él es fundamentalmente un trabajo metódico.

Una de las facetas más destacables en la obra de Baroja es resaltar la importancia del título, nos recuerda Mainer, que le sirve para anticipar de modo complementario el tono y sentido de sus creaciones literarias. Aquí se detiene el profesor aragonés y afirma que lo que más le gusta de Baroja, y en eso coincido totalmente, es que escribe a impulsos de una melodía que ya lleva en su interior arrollador. Es más, domina dos técnicas que para el lector son atrayentes: la técnica del “crescendo” dramático y la de la elipsis narrativa, (pág. 184). Otra de las características barojianas es la que su coetáneo Antonio Machado definía de esta manera: “Las novelas de Baroja son las únicas que no se nos caen de las manos”. Me gusta este aserto del poeta andaluz. Mi experiencia lectora sobre la obra de Baroja (que nunca me cansé de leer y al que tengo en un rincón especial de mi biblioteca con más de cincuenta volúmenes, todos ellos publicados en la editorial familiar del escritor Caro Raggio) es que tengo esa misma sensación que Machado afirmaba antaño. Ninguna de las novelas leídas se me han caído de las manos. Es cierto que con algunas he latido de emoción más que con otras, pero todas funcionan, y eso, es vital e imprescindible para el lector. Baroja es a veces un reportero, pero casi siempre es un folletinista atento, que toma sus notas de la realidad y siente el ansia de hacer un arte nuevo y sincero, en el que las frases sean como músculos y estén unidas por redes fuertes y finas de nervios.


La biografía de Mainer tiene de originalidad que no va de la vida del personaje a su obra, sino justamente al revés, de la obra a la vida. En el trayecto de la obra a la vida, el profesor zaragozano no evita hablar de las ideas del autor de El árbol de la ciencia, ni le exculpa ni le condena, aunque reconoce que Baroja estaba lleno de contradicciones. Así recuerda que fue antisemita y lo defiende, a pesar de que no era un escritor que confiara en la democracia, y que sentía desconfianza de las masas, para terminar afirmando que Don Pío siempre fue liberal y progresista, heredero del racionalismo de la Ilustración.

Baroja es imprescindible, con una fuerte pulsión nihilista, que casi siempre tiene razón o razones, que nos alecciona sobre la importancia de la curiosidad e incluso con la coquetería de ser arbitrario a la hora de discurrir y formularlo, que rechaza al fanático, aunque a veces él mismo lo pareciera. Leer a Baroja es vivir otras vidas interesantes, apasionadas y controvertidas que engancha.

domingo, 12 de mayo de 2013

Descifrando el acto de narrar


En mi última escapada a Madrid me perdí, a propósito, en la librería La Central, en Callao. Allí anduve ensimismado entre sus anaqueles, mientras C., mi fiel acompañante, se iba de compras. Después de pasear por todas las dependencias de La Central, me demoré en una de las esquinas de la planta donde se ubican las obras de autores hispanoamericanos. Adquirí Formas breves, quizás el mejor texto crítico de Ricardo Piglia (Androgué, 1940), publicado en Anagrama. No sé qué tiene este escritor argentino que tanto me seduce, pero después de que cayera en mis manos su legendaria novela Respiración artificial, no he parado de leer todo lo suyo. Es uno de los escritores más destacados de la actualidad narrativa sudamericana. Tal vez sea su estirpe borgeana o ese perfil de académico experimentado que representa o, sobre todo, esa brutal eficacia narrativa lo que le confiere tanto fervor por parte de los lectores y críticos.

Piglia es un escritor en la órbita de Borges, Macedonio Fernández, Chéjov, Kafka y Hemingway. Es todo en sí un mundo literario dedicado a continuar entre los elegidos en contar y descifrar el acto de narrar. En Formas breves Piglia y Renzi, el autor y su personaje de ficción, opinan sobre otros autores y otros textos. Estas reflexiones son interesantísimas y hacen partícipe al lector, hasta hacerle sentir que asiste a una mesa redonda donde ambos tertulianos vuelcan sus saberes y opiniones sobre el universo literario.

En todo este ensayo literario o diario narrativo y autobiográfico de Ricardo Piglia, se tiene la buena sensación de participar en un laboratorio literario en el que el maestro argentino despliega sus dotes experimentales sobre los textos de otros escritores y aporta su visión galáctica de la literatura. Piglia desfila por el psicoanálisis al igual que por el género policial, o traza su tesis sobre el cuento, que se resume en lo siguiente: Un cuento siempre cuenta dos historias[...] El cuento es un relato que encierra un relato secreto. De igual manera, Piglia recuerda la teoría del iceberg de Hemingway, que establece que lo más importante es lo que no se ve, lo que no se cuenta. Saber narrar es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía, (pág. 137).



Formas breves es un texto magistral, un libro que el lector curioso agradece por los secretos que revela sobre la composición del cuento. Recuerdo que cuando terminé de leer este pequeño y sustancioso volumen lo guardé con cuidado en la maleta. Al llegar a casa fui a colocarlo en el anaquel correspondiente de mi biblioteca, con la sorpresa mayúscula para mí, de encontrarme otro mismo libro en su lugar, leído justamente hace dos años. Sin embargo, celebré mi torpeza de haber adquirido una obra que ya tenía, incluso con idéntico subrayado en ambos ejemplares. Quizás la primera vez leí a Piglia. La segunda vez fue distinto, me encontré con las Formas breves de Emilio Renzi. ¡Toda una aventura!

viernes, 10 de mayo de 2013

Los libros son explosivos


Los lectores de La librería ambulante quedamos gratificados con las insólitas peripecias de sus protagonistas, Helen y Roger, a bordo de su carromato por los campos de Nueva Inglaterra, vendiendo libros. La librería encantada, un asilo libresco atendido por un chiflado y una lunática (pág. 20), es la continuación consecuente de la entretenida y divertida novela anterior de Christopher Morley (Pensilvania, 1890 – 1957). Aquí, los protagonistas han madurado y se han establecido en el corazón de Brooklyn, según los deseos del Sr. Mifflin. “El Parnaso en casa está ubicado en una de esas confortables y antiguas construcciones de piedra marrón que han hecho las delicias de generaciones de fontaneros y cucarachas”, (pág. 11).

Parece que ahora en Gissing Street, donde se ubica la librería de los Mifflin, todo está en calma y sosiego, pero no es así. Estamos al final de la Primera Guerra Mundial, en el meollo de una época convulsa, repleta de avances técnicos, espionaje y mucho suspense. A pesar de que para Roger y Helen acabaran sus aventuras rurales, no dejarán de vivir situaciones divertidas y rocambolescas en su propio negocio. Allí acuden todo tipo de personas y se dejan seducir por la personalidad de Roger que siempre está dispuesto a ayudar a sus clientes y a asesorarles de lo que él sabe de forma apasionada: los libros. “No hay nadie más agradecido que un hombre a quien le has recomendado el libro que su alma necesitaba sin saberlo”, (pág. 19). Por allí pasarán hombres de negocios, un joven publicista, farmacéuticos alemanes y colegas libreros que forman parte del Club de la Mazorca, un foro de discusiones sobre el negocio de los libros, entre otros. Aunque para Roger, un especialista en biblioterapia (pág. 22), lo que más le anima de su negocio es transmitir el verdadero espíritu de amor a los libros, que él denomina bibliodicha, (pág. 76).

La librería encantada es una historia llena de referencias literarias muy británicas, donde la pasión por los libros es el leitmotiv del discurso narrativo desplegado, escrita en tercera persona y narrada magistralmente por Morley con destellos de humor y sarcasmo. Destaca las innumerables citas de libros en muchos de los pasajes de la novela que invitan a subrayar y a destacar para futuras lecturas.
Christopher Morley
Es una obra incisiva, divertida, donde los libros son el corolario de todo el argumento y donde la intriga policial pone un tono de excitación en la trama del relato, dedicada por el autor americano a los amantes de los libros y muy especialmente, en su escueto prólogo, a todos los libreros.

Vivir en una librería es como vivir en un depósito de dinamita. Esas estanterías están cargadas con los más temibles explosivos del mundo: los cerebros humanos" (pág. 28). Esto, tan incendiario y vehemente, es cosecha de un librero poco común, un letraherido convencido de que “los libros contienen los pensamientos y los sueños de los hombres, sus esperanzas y empresas, y sus personajes inmortales. Es en los libros donde casi todos aprendemos lo increíblemente valiosa que es la vida” (pág. 141). Porque los libros son la respuesta a todas nuestras perplejidades, (pág. 201). Y este libro es un logrado ejemplo de lectura recomendable.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Stoner, un hombre verdadero


El 18 e octubre del 2011, leí en El Pais una reseña muy elogiosa de Vila-Matas sobre Stoner, una obra de John Williams (Texas, 1922 – Arkansas, 1994). Williams era un autor desconocido para mí y seguí el camino propuesto por mi admirado Vila-Matas, hasta encontrar el libro. No sé cómo ocurrió, pero el ejemplar anduvo extraviado por mi biblioteca y su lectura quedó relegada. Afortunadamente lo recuperé, después de casi año y medio, entre un montón de libros aún no leídos.

La novela narra la historia de William Stoner, hijo de unos campesinos del estado de Misuri, nacido a finales del XIX y enviado con gran esfuerzo por sus padres a la universidad para emprender sus estudios de Agricultura. Allí Stoner escucha por primera vez a uno de los profesores hablándole acerca de las virtudes de la literatura con una frase que sería determinante para su futuro: “El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años, señor Stoner, ¿le escucha?". Ese instante fue una iluminación para el joven y rústico Stoner, una revelación que, posteriormente, le llevaría a renunciar a la gestión de la granja de sus padres, para convertirse en profesor de la universidad de Misuri. Allí llevó una vida laboriosa, al servicio de su pasión por la literatura, pero con innumerables errores sentimentales en un período convulso con dos guerras mundiales y, en medio, el crack de 1929. Dice Vila-Matas en su artículo que Stoner “es la biografía de alguien que vistió siempre un traje equivocado”.

Es impresionante cómo el tejano John Williams despliega una narración de arrolladora fuerza en pequeños dramas cotidianos repletos de resignaciones y decepciones. La aparente sencillez de esta novela, que cuenta la transformación de un hombre rural anodino y rutinario en profesor, consigue fascinar al lector, entre otras razones porque, en el fondo, es una historia de rectitud moral y empeño, anidada en la cultura del esfuerzo y bajo el manto del amor a la literatura. Su protagonista desvela con la sencillez que le caracteriza “el poco tiempo que tenía en la vida para leer tantas cosas, para aprender todo lo que tenía que saber”.

A primera vista, lo que se cuenta es una historia muy común, simplemente una vida. Sin embargo, es un relato que va creciendo a medida que avanzan sus páginas y que lleva a empatizar con el protagonista, un hombre hecho para el trabajo y forjado en las adversidades, un antihéroe que se gana la simpatía del lector, un ser incapaz de hacer frente a las intrigas profesionales y familiares, retratado por John Williams de forma magistral, una vida bien narrada que cuenta cómo “a alguien se le concedió la sabiduría y al cabo de los años encontró la ignorancia”.

La historia está bien contada. El tono narrativo empleado por el escritor americano es el adecuado, fundamentalmente por su sencillez y su minucioso detallismo. Pero sobre todo cautiva por cómo desarrolla esos detalles a primera vista insignificantes que hacen que un hombre corriente, pero esforzado en su vocación de profesor, se convierta en un héroe de lo cotidiano. La grandeza de Stoner, el personaje, está en su resignación ante las adversidades y en su humildad y coherencia.


Williams consigue una novela abrumadora y envolvente, con unos diálogos secos y reveladores que demuestran la pericia del autor para mostrarnos cómo son y cómo piensan sus personajes. El desenlace final es arrollador y bellísimo, cargado de dramatismo y con una escena última de extraordinaria sensibilidad que agarra al lector, hasta dejarlo inmóvil y abatido.

Stoner es una perla escondida que está en las librerías y hay que encontrarla, porque es un pequeño tesoro que merece la pena leer.

viernes, 3 de mayo de 2013

¿Que nos está pasando con internet?



Después de finalizar la lectura del magnífico ensayo de Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, me dirigí a mi librero y le encargué el libro que, felizmente, acabo de terminar: Superficiales, ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?, recomendado por el nobel peruano, editado en Taurus, del autor norteamericano Nicholas Carr (1959), que además es un experto en nuevas tecnologías de la comunicación y cuyo título en inglés es: The Shallows: What the internet is doing to our brains? Un texto, francamente, absorbente y perturbador. Carr no es un renegado de la informática, pero su investigación concluye que todos los servicios extraordinarios de Google, Twitter, Facebook o Skype tienen un precio y significarán una transformación tan grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano, como lo fue el descubrimiento de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV, que generalizó a todos los confines la lectura de libros, pero con estos nuevos servicios tecnológicos, el impacto será aún mayor.

Como afirma Marshall McLuhan: “Un mundo popular moldea lo que vemos y cómo lo vemos, y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia, como individuos y como sociedad”. Los beneficios son reales, pero tienen un precio. Como sugería McLuhan, los medios no solo son canales de información y proporcionan la materia del pensamiento, sino que también modelan el proceso del pensamiento. Y es aquí donde radica su fuerza y peligro. En la actualidad, la mente lineal está siendo desplazada por una nueva clase de mente que quiere y necesita recibir y diseminar información en estallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados, cuanto más rápidos, mejor. Neurológicamente, acabamos siendo lo que pensamos.El cerebro es plástico, que no elástico, ya que nuestros lazos neuronales no se ciñen a su estado anterior como una cinta de goma, sino que persisten en su nuevo estado.

Pero los neurólogos han acabado por darse cuenta -dice Carr- de que la memoria a largo plazo es, de hecho, la sede del entendimiento. No solo almacena hechos, sino también conceptos complejos, tales como esquemas y combinaciones de algoritmos. Las investigaciones no dejan de demostrar que la gente que lee texto lineal entiende más, recuerda más y aprende más que aquella que lee texto salpimentado de vínculos dinámicos. Lo que yo me pregunto es: ¿no parece que estamos evolucionando de ser cultivadores de conocimiento personal a cazadores recolectores en un bosque de datos electrónicos?

Aprender a pensar en realidad significa aprender a ejercer cierto control sobre cómo y qué pensar”, decía el novelista Kenyon Foster Wallace.

Todo lo anterior está prácticamente extraído del texto leído de Nicholas Carr deja a cualquiera materialmente fascinado y, en cierto modo, asustado y cariacontecido con el futuro que les espera a los jóvenes. Lo peor de todo es que expertos en universidades o en medios de comunicación afirman que sentarse a leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido, no es un buen uso del tiempo si ya se puede obtener toda la información que se quiera con mayor rapidez en la Web; pero todavía es más lamentable que crean que se lee libros solo para informarse. Todo lo contrario de lo que dice Umberto Eco, que afirma categóricamente que los libros complementan la memoria, pero también la desafían y la mejoran, no la narcotizan.


Carr no defiende el conservadurismo cultural, de hecho él es un usuario tenaz de internet, pero alerta de las posibles consecuencias de su uso indiscriminado para nuestro entendimiento y memoria. Superficiales es un libro interesantísimo, un ensayo certero sobre la realidad y presencia de internet en nuestras vidas. En él su autor despliega una argumentación crítica y brillante sobre sus posibles consecuencias. Quizás, al término de la lectura de esta obra, habría que plantearse sin rubor lo siguiente: ¿Cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos?

miércoles, 1 de mayo de 2013

Leer un buen libro te hace modesto




La pasión por los libros y el amor a las historias que esconden son inquietudes que sentimos todos aquellos que padecemos de libropesía, una propensión maniática, según Quevedo, producida por el contacto permanente con los libros. La editorial Periférica ha publicado La librería ambulante (Parnassus on Wheels, en la edición original), una pequeña joya, fresca y divertida del autor americano Christopher Morley (Pensilvania, 1890-1957) que se lanzó al mercado editorial por vez primera en 1917. Dice el autor en la página 141: “Cuando uno logra ver con lucidez el interior de la naturaleza humana, cosa que te proporcionan los grandes libros, uno siente la necesidad de hacerse pequeño”. Después de su muerte, algún periódico publicó el último mensaje que el escritor había mandado a sus amigos: “Lee cada día, algo que nadie más esté leyendo. Piensa, cada día, algo que nadie más esté pensando. Haz, cada día, algo que nadie más estuviera lo bastante loco por hacer. Es malo para la mente continuamente ser parte de la unanimidad”. Morley, uno de los periodistas más prestigiosos de su época, era un hombre enamorado de los libros y, La librería ambulante, su primera obra, habla sobre esa pasión desde el alma de sus protagonistas.

Esta es la historia del arrojo de una mujer sencilla, soltera, de treinta y nueve años, que lo abandona todo por encontrarse a sí misma, porque la vida es reinvención y, quien se estanca en la rutina, se muere de pena. Roger Mifflin, maestro retirado, recorre los caminos de Nueva Inglaterra a comienzos del siglo XX, ejerciendo la venta de libros por las veredas rurales del este de los EE.UU. con el deseo de regresar a Brooklyn para escribir sus memorias, a bordo del Parnaso Ambulante, una librería itinerante, tirada por una mula renqueante y acompañado de un perro fiel y animoso. El carromato, bien acomodado, va equipado como habitáculo y exhibe en su interior la mercancía compuesta por más de mil libros para vender. Mifflin es un parroquiano de la buena literatura y un excelente vendedor de libros para consuelo y esperanza de sus clientes. Hellen McGill, la narradora de la historia, será su compañera de viaje. Cuando aparece el Parnaso Ambulante por su granja y conoce las intenciones del Sr. Mifflin de vender la caravana, cree que es el momento de aprovechar la oportunidad de su vida: cambiar su rutinaria vida rural y emprender una aventura antes que Andrew, su hermano, se le anticipe. Este, escritor silencioso, ha tenido éxito con su primer libro publicado y, para colmo y desgracia de Hellen, pasa a ser un hombre asediado por la prensa y codiciado por los editores. A Hellen aquello le pareció un accidente en su vida apacible y sencilla de granjera y trató de apartarlo de aquel bullicio. La aventura comienza y los diálogos entre el extravagante mercachifle y la solterona McGill dan comicidad y sentido práctico a los sucesos que acontecen, donde los libros y avatares imprevistos propiciarán una atmósfera intrigante hasta el desenlace final, para regocijo del lector.

Es un libro que se lee sin pestañear, en un suspiro. Aunque la trama desemboca en una final un tanto predecible, para nada menoscaba la magia de esta novela fantástica, irónica y costumbrista.

Dice Christopher Morley, a través de su narradora, en la página 141: “Un buen libro debe ser simple. Y como Eva, debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe haber un corazón latiendo en su interior. Una historia que es sólo cerebro no vale demasiado”.

La librería ambulante es una novela corta y de lectura sencilla y envolvente, donde los verdaderos protagonistas son los libros. No tiene nada de insustancial. Es un bellísimo homenaje a la naturaleza y una profunda declaración de amor a los libros. Todo un regalo para aquellos que creen que la literatura es una forma de consuelo y también una invitación a la felicidad.